Ven, muerte
A Mam
Ven,
muerte,
hermana mía,
cubre con tu mano suave mis ojos mustios
para que la luz de este mundo
no perturbe más mi descanso,
calla con tu beso eterno
el inquieto ir y venir de mi aliento,
deja que mi corazón cansado
se duerma como un niño
a la sombra fría de tu abrazo.
No te temo,
muerte,
hermana mía,
¿por qué habría de temerte?
No me espanta tu figura:
reconozco en ti a la Vida
disfrazada de dolor.
Ven a mí pronto,
no me hagas esperar más.
Llévame,
con suavidad y ternura,
hasta donde me esperan
con los brazos abiertos
y una sonrisa en los labios.
Ábreme paso entre esta multitud clamorosa
y guíame hasta ese lugar hermoso
en donde podré conocer la verdad,
en donde seré libre y feliz
otra vez...
Roberto Pérez-Franco
22/Abr/1998