el tercer laberinto

Esperé entre las rosas, con paciencia.
Ahora me muestro ante ti, con pasión.
¡Ay!, no te dejes llevar por mi apariencia:
mira dentro de mí, busca en mi corazón.

Mira a ese héroe: ¡valiente, puro y bello!
Mira a esta bestia: ¿habías visto un monstruo así?

Lo asalto, lo sujeto y, en un destello
de luz, el prodigio acontece frente a ti:
de dos cuerpos, sólo queda uno presente.

Fui la bestia que, con sangre, alimentaste.
Fui el héroe que liberaría a tu gente.

Soy el hombre que, para amarte, anhelaste.

Mi alma es un laberinto: que no te asombre
que sea uno mismo a quien temes y deseas,
y que al tiempo que bestia y héroe, ahora veas
amor y muerte cautivas en un hombre.

Roberto Pérez-Franco