vértigo
Me miran tus grandes ojos, esperando una palabra o un gesto de amor que confiese de una vez que mi corazón se ha rendido a tus pies. Sin embargo, me niegas una seña que me diga si correspondes a mi sentimiento. Y así quieres que me entregue a ti...
Discúlpame, bella mía, pero no puedo.
Perdona mi silencio: es que mi lengua ha arado demasiados mares en vana búsqueda... ¡no puedo más!
Perdona mis palabras necias: es que mi silencio ha construído demasiados castillos de arena que esos mismos mares han destrozado... ¡no puedo más!
Quiero y no puedo. Puedo y no quiero. Un vértigo maldito me sobrecoge en las alturas de mi soledad. Demasiadas veces lo he experimentado a solas.
¿Cómo arrojarme una vez más al vacío, en un salto ciego de fe?
No puedo y no quiero, pues temo demasiado. Y ese temor de llegar a amarte sin que me ames es más grande que mi silencio, que mis palabras, que mi ilusión.
Roberto Pérez-Franco