tiemblas sin darte cuenta

Te miro y sonrío.
Camino hacia ti y mis brazos te rodean.
Te acerco a mi cuerpo y te aprieto contra mí.
Siento tu pecho tibio esparcir su blandura sobre mi pecho ansioso.
Siento mi boca respirar tu aliento.
Siento tu mirada hablarme sin palabras.
Siento mis manos que se amoldan, lentamente,
a las curvas de tu cintura, de tus caderas.
Siento tu corazón revolotear junto al mío.
Y te estrecho aún más contra mi cuerpo.
Tiemblas sin darte cuenta.

No lo percibes, pero yo sí.
Es un temblor leve, como el de una pequeña flor que mece la brisa.
Me inclino y rozo tus labios rosa, dulce fruta de pasión.
Mi mano acaricia tus cabellos,
y tus ojos se cierran, como estrellas que se ocultan.
Te beso tiernamente.
Mis labios en tu boca se mojan de néctar y abren la puerta al alma,
que despunta como el sol y que hace arder mi cuerpo enamorado.
Con el beso, subimos juntos hasta ese mundo azul que es sólo nuestro.
Tu mano se posa sobre mi pecho y me acaricia;
la mía resbala como miel
cubriendo tus laderas, tus contornos, tus encantos.
Nos besamos con dulzura y con locura.
Yo te envuelvo entera, como fuego a un árbol que arde.
Tiemblas sin darte cuenta.

Te dejas llevar y caemos suavemente.
Sobre la hierba te amaré hasta que el amor nos consuma.
Te cubro con mis besos.
Mis manos son olas, mi lengua es una flama.
No lo percibes,
pero yo también tiemblo.

Mi sangre corre en torrentes impetuosos.
Recorro con la mirada tu desnudez,
y delineo tus formas con mis dedos cuidadosos.
Tu respiración se agita y tu corazón se desboca.
Te estremeces de placer entre mis brazos.
Tiemblas sin darte cuenta.

Roberto Pérez-Franco