Sobre el destino de una rosa
Una rosa no es un poema de Dios: es una valla publicitaria para insectos que la selección natural creó y perpetúa. El hombre la ve y piensa que es bella, pero ese concepto existe sólo en su mente. El perfume, el color, la forma, todo lo que le dice a la abeja: "¡ven a comer!", le dice al hombre: "llévame contigo". A la flor le es indiferente.
Por no truncar la vida bella, hay quien prefiere no cortarla. Pero es una tontería: la rosa morirá mañana, ya sea en su arbusto o en un jarrón. ¿Por qué no debería un alma triste refrescarse en ese truco de la naturaleza? Con ese fin, su belleza subjetiva es una glosa divina.
Roberto Pérez-Franco
19/Ago/2004