Sobre Enrico Fermi

Enrico Fermi, genio de física, de mirada brillante, expresión afable y frente amplia. Creo que hubiesemos sido buenos amigos. Italiano como era, hubiésemos pasado tardes divertidísimas, comiendo pasta y tomando un buen vinito jugando ajedrez y cantando lo mejor de Verdi.

Me resulta difícil entender cómo él, siendo como creo que era, aceptó utilizar su inteligencia extraordinaria y sus conocimientos de matemática estadística aplicada a los fenómenos subatómicos para ayudar a crear algo tan terrible como la bomba atómica. Tal vez no tenga justificación. No lo sé. Es difícil juzgar el pasado, y más cuando ya se ha erradicado del repertorio de malos hábitos el hábito malsano de juzgar a los demás. Pero creo que aquí hay algunas circunstancias que vale la pena considerar.

Primeramente, antes del primer estallido en Alamogordo, se desconocía el poder real de la bomba atómica, que desgraciadamente resultó ser superior a todas las expectativas, incluso las más ambiciosas. Así, ignorante del poder destructor que liberaría, Fermi no tenía una medida de comparación precisa para meditar sobre las consecuencias de sus actos. Cuando la tuvo, ya era demasiado tarde, pues los políticos y militares habían tomado el control del asunto.

Segundo, se cuenta que en aquellos días existía el temor presionante de que los nazis pudieran construir la bomba primero. Ignoro si esto era un riesgo real en aquel momento o si fue una excusa inventada por los historiadores diplomáticos del Eje para echar arena sobre la caca. Aunque lo fuera, sólo pensar en la remota posibilidad de que los nazis hubiesen estallado la bomba atómica antes que los americanos me hela la sangre de pavor. En ese caso, no hubiese habido límites de espacio o tiempo para llevar adelante su asesina política racista a todos los confines de la Tierra.

Tercero, Enrico Fermi había sido recientemente perseguido por los fascistas italianos, y tenía en su pecho, como todo perseguido político, el mal sabor de la represión, y el deseo de reinvindicación, que a veces degenera en una ciega búsqueda de venganza.

Me pregunto cuál habría sido nuestra actitud de haber estado en su lugar. Tal vez cualquiera de nosotros, de haber sido él, habríamos hecho lo mismo. Tal vez no. Incluso hoy es difícil saber si el presente que estamos viviendo como consecuencia de la conquista por parte de los norteamericanos del poder nuclear antes que nadie fue mejor o peor que el presente que hubiesemos estado viviendo de no haber sido ellos los primeros en conquistarlo. Tal vez sin la ayuda de Fermi, nadie lo hubiese conquistado jamás. Pero tal vez lo hubiesen hecho los nazis. ¡Quién lo sabe!

Lamento no haberlo conocido personalmente. Así le habría preguntado qué pensaba de la guerra. Tal vez él se habría unido a nuestro Movimiento por la paz del mundo y la no participación de hombres de ciencia en guerras. Tal vez nos habría mandado para el carajo.

Roberto Pérez-Franco
05/Nov/1998