Prólogo del poemario 'Voz desnuda',
de Eka Pérez-Franco
No quiero que se tomen mis palabras como salidas del pecho orgulloso de un hermano menor, sino como una apreciación imparcial del valor literario de Voz Desnuda, como el juicio que un escritor de segunda, emite sobre la obra prima de una escritora que se vislumbra desde este momento como una estrella naciente en el horizonte literario americano.
Descubrí que mi hermana era poetisa el 6 de agosto de 1995, por accidente. Ese día, encontré en la sala un pequeño álbum rosado, con algunos escritos a lápiz. Y lo tomé en mis manos para leerlo. Minutos más tarde, escribía yo la siguiente confesión en el mismo álbum:
"Disculpa, amiga mía, que invada tu libro. Disculpa que, atrevidamente, ponga yo mi mano novata sobre las mismas páginas que han recibido la tinta de la inspirada pluma de una artista, de una poetisa apasionada.
"Encontré este cuaderno, y creyendo que eran citas o fragmentos de libros de grandes escritores del pasado, lo revisé. ¡Qué sorpresa la mía al ver tu nombre bajo las líneas! Líneas estas de amor, de fuego, de poesía pura nacida en el alma y destilada en la pluma hasta alcanzar el sutil punto de consistencia perfecta, entre ritmo y explosión amorosa.
"El orgullo palpita en mi pecho, hermana mía. Veo que has descubierto que posees una cualidad extraordinaria que te eleva sobre los mortales, facultad oculta al principio pero inevitablemente manifiesta luego, pues florece en los momentos de pasión, espléndida e irreprimible.
"Es un legado del pasado y una herencia para el futuro. Es el brillo de nuestra familia, el destello inconfundible que hemos recibido de nuestros abuelos, y de una familia aún más vasta a la cual tú y yo, y muchos otros enamorados de la vida pertenecemos: la gran familia de los poetas".
Ahora me parece que pequé de soberbia al pretender enarbolar mis mustias letras en el mismo cielo donde vuelan las sublimes líneas de mi hermana. Que Dios me perdone.
Diríase que Voz Desnuda es una puerta espléndida al mundo interior de su autora. Yo estoy convencido de que es mucho más. Es una ventana abierta a algo inmensamente más vasto y sublime, algo eterno: la esencia misma de la mujer. Y no por esto deja de ser una obra muy personal y específica. Es la más vibrante expresión de las vivencias más intensas de una mujer joven y hermosa, el ser más mimado por la Naturaleza.
Aquí se plasma vívidamente todo cuanto ha sido significativo en la existencia de la poetisa, desde el primer día hasta hoy, paso a paso. Primer paso: Eka nace en un pueblo pequeño y heroico, rico en tradiciones, poblado por gente sencilla y arrullado por nostálgicos vientos de verano. Segundo paso: Eka crece en un Palacio de cristal matizado en tonos de rosa, donde todo es perfecto y maravilloso: la muñeca de felpa - regalo del abuelo - , el amor protector de todos los que le rodean - madre, padre, abuelas, abuelos, tíos - , los viajes divertidos, las Navidades espléndidas... Tercer paso: Eka se nutre en un santuario de artes bellas, cultivándose, como las princesas medievales solían hacerlo, en todas las artes y ciencias de su tiempo: danza, música, canto, pintura... Cuarto paso: Eka, finalmente, sale al mundo, dispuesta a conquistarlo, y es su corazón el conquistado por el amor. Así, ama y conoce la dulzura y la amargura del amor. Conoce también la enfermedad y la muerte, cual una Siddhartha moderna. Surge entonces el sortilegio embriagador de los recuerdos, y la nostalgia por los días pasados, que se tornan más hermosos al ser vistos a través del cristal rosado de su Palacio roto. Su alma, pues, es golpeada de frente por la realidad del mundo y del amor, y estalla como una ola enorme que choca contra una roca, deshaciéndose en un abanico de espuma que vuela por los aires. Hoy ella nos ofrece, con gran modestia, lo mejor de esta espuma recogida en una copa de oro.
Sobre el estilo que Eka despliega en Voz Desnuda , puedo decir que me parece equiparable con el estilo luminoso de un acuarelista que - con pincelazos cortos y precisos - pinta toda la gama de sentimientos que abriga su pecho, usando apenas los colores básicos y elementales del iris. Su maestría no requiere de adornos vanos. Se basta a sí misma.
No puedo menos que maravillarme al tomar estos escritos en mis manos y recorrerlos con mis pupilas, fatigadas de leer las vaciedades de otras plumas - incluidas las mías - , pupilas que ahora se maravillan y se renuevan con el resplandor de la poesía desnuda de esta nueva voz. Es para mí una sensación milagrosa. Y siento detrás de sus versos una revelación, una fuerza superior, no externa sino interna, íntima, natural y divina a la vez. Me explico mejor:
Tomó miles de millones de años para que la Tierra se formara en el espacio a partir de los restos del corazón de las novas producidas por la muerte de estrellas de primera generación, cuya formación a partir del gas interestelar tomó a su vez otros miles de millones de años. Muchos otros miles de millones de años fueron necesarios para que formas de vida inteligente, como nosotros los humanos, surgieran en la superficie de la Tierra. Decenas de miles de años de frustrante incomunicación fueron imprescindibles para que los humanos produjésemos idiomas suficientemente complejos como para expresar nuestros pensamientos, y aún más, nuestros sentimientos. Varios años de refinado cultivo fueron menester para convertir a una niña en una mujer hermosa, brillante, fértil en el arte y sensible a la belleza. ¿Todo esto para qué? Para cosechar hoy el fruto excelso de esta poetisa, producto de millardos de años de evolución a todos los niveles, desde lo atómico hasta lo estético.
Por eso creo en Dios. No podría concebir una evolución aleatoria desde el desorden cósmico hasta el orden orgánico sin la intervención de la inteligencia superior de un Creador, así como tampoco puedo concebir la aparición de una poetisa semejante a partir de la nada, sin el aliento divino del más grande Poeta, del Artista supremo.
Varias veces me he preguntado si el artista en general, y el poeta en particular, es creador de su obra, o si por el contrario, es tan sólo el canal a través del cual ese Divino Poeta expresa sus bellos pensamientos. Cabe aquí la pregunta, ¿hasta qué punto es Voz Desnuda creación de Eka Elvira? ¿No será que ella, en vez de ser tormenta, es más bien la atmósfera que nos trae el sonido del trueno lejano? ¿No será que su alma sensitiva, en vez de ser la flor abierta al sol, es la brisa que porta el perfume hasta nuestros delirios?
Mi respuesta es que Eka es, al mismo tiempo, un poco de ambas cosas: creadora y portadora del mensaje, tormenta y atmósfera, flor y brisa de verano. Y es algo más... es mujer, esa exquisita mezcla de niña y ángel. El que dijo que la mujer es producto de la costilla de un hombre, no sabe lo que es una mujer. Una mujer está hecha de una substancia infinitamente más sensible que un hombre. Mientras el hombre canta con gran voz a todo lo fuerte y majestuoso, la mujer arrulla tiernamente los anhelos del alma. Mientras el hombre clama por poder y gloria, la mujer consuela el corazón herido y el espíritu abatido.
Debo confesar que no aspiro a degustar esta obra en toda su riqueza cromática y sentimental, pues no puedo hacerlo. Ningún hombre puede. Presiento que sólo una mujer de alma sensible podrá disfrutar a plenitud la riqueza de Voz Desnuda. No es dado a quien tiene corazón de hombre alcanzar las alturas en las que se agita el sentimiento de una mujer, demasiado refinado para nuestra tosca percepción.
Así pues, quiero dar paso ya a la voz desnuda de Eka Elvira Pérez-Franco. Quede aquí constancia de mi admiración y mi respeto, junto con mis augurios de un rotundo éxito en el futuro cercano, y de una merecida gloria cuando el paso del tiempo inmortalice su canto, más allá de esta generación.
Roberto Pérez-Franco
La Heroica Villa de Los Santos, 23 de agosto de 1998.