Más bella aún

a Songo

La vio pasar. ¡Qué hermosa era! De facciones finas y mirada de almendras, piel de leche y cabello largo hasta los hombros. «Es más bella que un ángel», pensó, y cerró los ojos, deslumbrado por su propia descripción, imaginando cuán bello había de ser un ángel, y más aún, una mujer más bella que un ángel. Entonces se enamoró de lo que concibió su imaginación. Cuando abrió los ojos y vio nuevamente a aquella mujer, le pareció de una belleza parca, casi mustia, comparada con la creación de su mente. Así que replegó al instante su halago, temiendo se marchitase en su vuelo sin hallar tierra fértil para florecer, y se alejó, despreciando en su corazón a esa que intentó con su belleza vana desplazar a su hermosa mujer ideal de su trono de perfección.

Roberto Pérez-Franco
1994

Publicado en el boletín literario Palabras Sueltas en 2006.