Carta a Estela Schwartz
Sra. Schwartz,
En su artículo de hoy, publicado en La Prensa, usted se refiere a "los hospitales públicos de mi país" como "castillos medievales con verdugos primitivos y resentidos porque no supieron escoger una profesión sin sacrificios".
Tres generaciones de mis antepasados han servido como médicos, con sacrificio y dignidad, a la población de nuestro país en los hospitales públicos, y han recibido a cambio el amor y el agradecimiento de sus pacientes. Dedicaron sus vidas enteras, sacrificando en cierta forma el tiempo que podían haber dedicado al lucro, a sus familias o a sus entretenciones, en el altar de la salud pública.
Todavía hoy me encuentro con personas, en mi pueblo y lejos de él, que me cuentan anécdotas de cómo ellos o sus antepasados fueron salvados por la intervención de mi bisabuelo, mi abuelo o mi padre y tíos. La mirada de gratitud en sus ojos lo dice todo. Todavía se encuentra hoy en día este tipo de médico en nuestros hospitales.
Los recursos de que disponen los médicos en nuestros hospitales públicos son escasos. A pesar de esto, existen médicos que son excelentes y que trabajan con profesionalismo y amor por su arte, y que no merecen caer en la generalización despectiva de "verdugos primitivos y resentidos" que usted vierte en su escrito.
Habrá individuos malos en la medicina, como los hay en el sacerdocio, en la política y en todas las ocupaciones humanas. Pero las generalizaciones son muy peligrosas, especialmente en este caso porque se corre el riesgo de ofender inmerecidamente a profetas de la medicina que no han hecho nada más que servir y cumplir su juramento hipocrático.
Roberto Pérez-Franco
24/Mar/2005