Energizando el alma

A continuación el texto completo de una entrevista exclusiva ofrecida por Roberto Pérez-Franco a Eduardo Soto, del diario panameño El Panamá América, publicada en parte el 24 de agosto en la sección Estilo de vida.


De tus cuatro libros publicados hasta el momento, todos son de cuento. ¿Por qué prefieres éste género?

Siento que el cuento literario moderno es el género más afín a mis intereses y aptitudes literarias. Desde joven me interesé en él, y lo he venido explorando desde hace ya catorce años. He preferido enfocar mis fuerzas en el cuento, ya que el tiempo del que dispongo para la escritura es limitado. Siento que ahora, tras tantos años y libros, he comenzado a entender mejor la estructura del cuento, aunque reconozco que no lo domino todavía. Aspiro a alcanzar esa meta alguna vez. Prefiero la ficción corta porque su concisión y contundencia son de mi gusto. Cultivo también, sin embargo, el artículo de opinión y la poesía, mas por puro placer y sin mayores aspiraciones.


¿Tienes entre tus planes producir libros en otros géneros?

Creo que sí. La reciente admiración que siento por grandes novelistas, en especial por Dickens, me ha llevado a desear producir algún día una novela, aunque sea corta. Tengo dos temas en mente, uno urbano y uno campesino. Ya veremos. Estas cosas del arte, como tú sabes porque eres también escritor, no son automáticas. Algún día también aspiro a publicar una selección de mi poesía, pero eso deberá ser en el futuro, porque apenas si produzco un poema cada mucho tiempo. Reconozco que en mi adolescencia escribí mucha lírica romántica, pero de bajo calibre y con el timbre característico del adolescente enamorado. Los lectores curiosos, sin embargo, podrán encontrar la recopilación de lo que he escrito en mi página de Internet.


Terminaste tu último libro al regresar al país, tras estudiar una maestría. Ya te marchas de nuevo a estudiar un doctorado. ¿Cómo logras el balance entre lo profesional y lo artístico?

Muchas personas se extrañan porque alguien tenga intereses tan disímiles como la ingeniería y la literatura. Pero esto no es tan inusual. Lo difícil, como tú dices, es balancear el tiempo y la energía entre ambas ocupaciones, sobre todo porque una te da de comer y la otra no. En realidad, no logro un balance: cuando estoy en una cosa abandono la otra casi por completo. Durante años me dediqué a procurar una beca para estudiar una maestría y luego a completarla. Esto se reflejó en una sequía de cinco años, entre el 2000 y el 2005, en que tuve una actividad literaria casi nula. Terminados los estudios, me dediqué a preparar una nueva colección de cuento, que mereció el Premio Sánchez. Ahora, sin embargo, vuelvo a desertar: este domingo viajo hacia Boston a iniciar un doctorado de cuatro años, el cual seguramente sangrará la tinta de mi pluma durante otro lustro. Intentaré, sin embargo, mantener la inspiración viva en el pecho.


Aquellos que conocen tus obras anteriores, encuentran la recurrencia de ciertas características en el nuevo libro. Sin embargo, notan que el dominio del género ha madurado. ¿Cómo cuadra esta última obra con respecto a las anteriores?

Sí hay símbolos recurrentes. Hay quien dice que un autor escribe un único libro, en varios tomos, durante toda su vida. Tal vez yo estoy escribiendo el mío. Sin embargo, es bastante claro que hay símbolos nuevos. Tal vez en el nuevo libro, se nota más la variedad intencional en los estilos de los cuentos. En cuanto a la madurez, creo que es correcto decir que hay algo de crecimiento. Empecé a escribir muy temprano. Siento ahora que mis primeros libros son más una 'calistenia' que otra cosa. Sin embargo, fueron los primeros pasos en un largo camino que apenas empiezo. Coincido con los que perciben en el nuevo libro más control en el manejo técnico del cuento, pero no me siento - digamos - cuentista, al menos no todavía. Tengo la mira alta y uso como guía a los genios del pasado. Entiendo que apenas estoy comenzando.


Hablemos un poco sobre los cuentos específicos que conforman la colección 'Cenizas de ángel'.

'Cenizas de ángel' está compuesto por quince cuentos. Algunos fueron escritos apenas unos días antes de la fecha de cierre del concurso, en 2005. Es interesante el efecto catalizador que ejerce una fecha tope en la productividad de un escritor. Otros cuentos fueron escritos en años anteriores; incluso hay uno que lo empecé en 1993. Además, son cuentos de exploración. Leí a muchos autores de cuentos, y esto me llenó de fuerzas y de ideas nuevas. Este ímpetu se reflejó en la variedad, casi juguetona, en el fondo y forma de los cuentos de la nueva colección.


La mayoría de los cuentos están dedicados a otros cuentistas. ¿Fue aleatoria esta práctica, o debemos buscarle un significado?

Existe, o yo quiero pensar que existe, una relación entre el estilo del cuento y el estilo de la persona a la que se lo dediqué. Por ejemplo, un cuento dedicado a Juan Ramón Jiménez, puede tener cierta resonancia o similitud con la prosa del poeta español. El cuento que dediqué a Edgar Allan Poe, a su vez, es oscuro y violento, y juega con la cordura del personaje principal. Es una práctica común en los artistas jóvenes el imitar a sus maestros preferidos, como ejercicio para mejorar. Para mi sorpresa, muy pocas personas perciben esta relación que yo traté de insuflarle a los cuentos a la hora de escribirlos y dedicarlos. El lector, en todo caso, y no el escritor, debe juzgar si el efecto deseado se consiguió o no.


El primer cuento, titulado 'La intrusa', tiene un marcado componente erótico, que no es común en tus obras anteriores. Háblanos sobre esto.

Es una pregunta interesante. Ese cuento es único en muchos sentidos. Creo que se encuentra entre los mejores tres cuentos que he publicado. Y sin embargo, por el matiz sexual del texto, es la clase de cuento que - por ejemplo - no me gustaría leer en un conversatorio literario donde se encuentren mis padres y mis tías. (Ríe). Dado que empecé a escribir tan joven, es comprensible que los cuentos de libros anteriores fuesen 'castos' en el sentido de carecer de sensualidad explícita. Sin embargo, ahora que soy un hombre maduro, digamos, de treinta años de edad, y con seis años de casado, es normal que la vida que se refleja en mis cuentos esté libre de tabúes y sea más honesta en todo sentido, incluyendo lo sexual. Sin embargo, no es un cuento erótico. Es un cuento que 'usa' lo erótico como recurso, pero no lo plantea como objetivo.


¿Es éste tu cuento favorito de la nueva colección y de tu obra?

Creo que sí: 'La intrusa' es mi cuento favorito de éste libro, al menos por ahora. La sensación que nos producen los cuentos, incluso a los mismos autores, cambia con el tiempo. Otro texto de la colección que me gusta es 'Cenizas de ángel', que tiene un sabor totalmente distinto, más elaborado y simbólico. Coloco a ambos entre mis mejores cinco cuentos, junto con los cuentos 'Vida' y 'Cierra tus ojos', de mi libro anterior, y un cuento todavía inédito recién escrito, que publicaré en mi próximo libro. Sin embargo, entiendo que el cuento 'Vida', que escribí en 1998 a los 22 años, sigue siendo considerado por algunos críticos - entre ellos Jaramillo Levi y Melquíades Villareal, como mi mejor cuento, una especie de precoz 'opus magna'.


En estas nuevas historias aparecen con frecuencia la muerte y el destino como fuerzas irrevocables. ¿Qué objetivo persigues con estos símbolos?

No los introduzco de forma consciente, pero estoy de acuerdo contigo en que reinciden en muchos de los textos, no sólo de los nuevos sino incluso de libros anteriores. Se trata, pienso yo, de algo que gravita sobre mi forma de ver la vida, y que se cuela en las historias que quiero proyectar en mis textos. Ahora bien, no temo a morir, pero estoy muy consciente de la muerte. La filosofía de Sócrates, que es la más cercana a mi corazón, enseña que la vida bien vivida es una preparación para enfrentar la muerte. Por lo que ésta no representa para mí algo temible. En cuanto al destino, personalmente no creo en él. Es decir, sí existe obviamente cierto determinismo, pero soy un convencido de que uno puede labrarse su propio camino en la vida. Sin embargo, como elementos dramáticos, sin incomparablemente útiles. Ya lo dijo Shakespeare, que el amor y la muerte son los dos grandes temas de la humanidad.


El escenario campesino sigue estando presente en varios cuentos de tu última colección. ¿Por qué?

Así es. Creo que será, por largo tiempo, uno de los denominadores comunes en mis libros. En los cuentos 'Caña rota' y 'Viento del norte', es tal vez menos explícito que en otros cuentos como 'El hombre que llega' y 'Legado', pero aún así se distingue claramente la influencia de la vida de campo. Yo crecí en un potrero, rodeado de vacas, a la orilla del río. Mi pueblo, La Heroica Villa, tiene sobre mí el efecto que Andalucía tuvo sobre Juan Ramón: es como el cauce sobre el cual fluyo. Otros cuentos, sin embargo, se desarrollan en escenarios urbanos: 'Excusas' es un cuento netamente capitalino, que utiliza componentes de la ciudad - como lo son los semáforos - para mover la trama. Otros más transcurren en ambientes totalmente distintos: 'La leyenda del rey viudo' se da en un reino nórdico indefinido, al parecer en la Edad Media, y 'La última rosa' parece tomar lugar en la época de las Cruzadas, en un principado europeo. El que da título al libro transcurre en la selva darienita. El entorno es, sin embargo, siempre subalterno al tema.


¿Qué piensas de los concursos literarios?

Pienso que son necesarios. A propósito, agradezco al profesor Enrique Jaramillo Levi, por haber creado el Premio Sánchez, y a la Universidad Tecnológica - mi alma mater por seguir organizándolo cada año. Es cierto que los concursos son humanos, y un libro que no es premiado un año puede resultar ser mejor que otro que sí fue premiado. Pero aún así, los concursos son útiles. Hace poco leí en un libro sobre el aspecto emocional de la mente humana, que los escritores en particular producen más cuando tienen un cierto nivel de estrés. Creo que, al menos por esto, los concursos ejercen un buen efecto sobre los escritores jóvenes: el afán de competir, la esperanza de ganar y la ominosa cercanía de la fecha tope son un buen combustible para destrabar la pluma.


Comentaste en el pasado que a veces te cuesta escribir. ¿Has escrito algo más después de recibir el Premio Sánchez?

El premio tuvo varios efectos positivos. Primeramente, me permitió reaparecer en el medio literario tras la ausencia de los años de estudio. Segundo, me di el lujo de invertir todo el dinero del premio en comprar una colección enciclopédica de grandes libros de la civilización occidental. Pero el mayor beneficio que tuvo el Sánchez fue, precisamente, servir - como dice José Ingenieros - de 'rocío'. Me movió a escribir más, porque sentí que estaba avanzando. Sabes que había participado en el Sánchez en 1999, sin más éxito que una mención honorífica, que merecí más en virtud del cuento 'Vida' que por la gracia del libro entero. Sin embargo, tras recibir el premio único en 2005, sentí mis baterías recargadas y volví a escribir. Tengo ya más de setenta páginas de material nuevo. Aunque, siendo honesto, por cada cuento que escribo, siento que se me quedan sin escribir otros tres o cuatro que no sé cómo poner en palabras.


¿A qué autores lees actualmente y por qué?

Recientemente leí la novela "Grandes aspiraciones" de Dickens, y me maravilló esa complejidad casi barroca de su prosa. Igualmente releo con frecuencia los poemas de veintidós sílabas del poeta argentino Francisco Luis Bernárdez, que sirven de puente para que mi mente prosaica se vaya acostumbrando a descifrar el lenguaje abstracto de la poesía. Pero lo que más he leído es en el género mío, el cuento. Mi escritor favorito, Borges, es uno de los mejores cuentistas de la historia de la literatura; en sus obras completas, que mandé a traer desde Argentina, siempre encuentro instrucción técnica y placer intelectual. Tan pronto aterrice en Boston, adquiriré sendas antologías de los cuentos de Raymond Carver, Heinrich Böll y Frank O'Connor, de quienes he leído cuentos perfectos, que me energizan el alma y me mueven a escribir más y mejor.


19/Ago/2006