Presentación del libro Rezongos de Adán

El presente es el texto de referencia preparado por el autor para la presentación del libro Rezongos de Adán de Álvaro Menéndez Franco, realizada en la Universidad Tecnológica de Panamá el 17 de febrero de 2005.

Buenas noches.

El poeta ha permitido que me dirija hoy a ustedes, lo que considero un privilegio, para presentar el libro Rezongos de Adán. Ésta es la séptima colección de versos, en poco más de medio siglo, de Don Álvaro Menéndez Franco, quien se reveló como poeta a los diecinueve años con la obra Portal (1951).

El título del compendio nos plantea dos cuestiones ineludibles. ¿Quién es Adán?, y ¿por qué rezonga? La respuesta la hallamos en el conocimiento personal del autor mismo y en el análisis de los siete poemas, que presentamos a continuación.

Las primeras dos piezas conforman un binomio que elogia el uso galante del idioma en dos nobles funciones: como medio de protesta contra la opresión y como ofrenda lírica a la mujer amada. Exaltación de la palabra, el primer poema, inicia precisamente denunciando el retorcimiento de las palabras, la retórica intencionalmente engañosa, que usan los poderosos para apaciguar a las masas y controlarlas en el camino al matadero. En las primeras seis líneas, se aclara que la 'palabra' que se pretende exaltar no es ese hablar vendido que escuda los abusos contra los humildes (pretéritos, presentes y futuros) y la naturaleza misma, en boca de quienes buscan poder y lucro. Es otra 'palabra' la exaltada, esa que es superior en rectitud y justicia.

El poema denuncia que las escrituras sagradas son mal utilizadas para justificar la explotación galopante de los recursos minerales, en una clara crítica a la política de Occidente hacia Oriente Medio, tema que será recurrente en la obra que discutimos. Diciendo que:

las cifras ocultan un crimen tolerado

...el texto plantea que el efecto anestésico de la estadística oculta la crueldad de crímenes cotidianos. El poema cierra el círculo de su mensaje, confesándose auto-conciente del poder de la palabra para negarse a ser el guante de seda que usa el explotador para estrangular al inocente; la palabra se exalta al convertirse – exhalada por el pecho valiente – en arma de protesta, instrumento de cambio, pendón viviente de justicia.

El segundo poema, Rendición de la palabra, abre colocando al lenguaje como un ramillete de flores a los pies de la mujer, ente sensual y heroico en la vida del poeta. Seguidamente, se advierte la difícil tarea que espera a la compañera en el futuro:

Mientras dure la paz
¡oh amada de cabellos infinitos!
estarás, con azadones, buscándome en la tierra

El sacrificio propio del poeta, que se inmola ejecutando su destino, implica la condena de la compañera a una vida de exilio espiritual donde no hay paz, sino una búsqueda estéril de los fragmentos mutilados de su amante en los seis confines de la esfera existencial: el cielo, el mar, el suelo, el tiempo, el alma y los sueños. Repite, así:

Estarás condenada por tu amor
a rebuscar el fondo de las eras

Junto al anuncio del castigo va el consejo de entregarse a la búsqueda como único camino de salvación, aunque su objetivo sea imposible. La búsqueda será, en sí, la culminación del destino propio.

El poema Compartida pasión es un canto a la flor del Espíritu Santo, "patriótica flor, blanco lucero". En él se unge a la orquídea como símbolo de toda flora y fauna, que sufre los embates del progreso insostenible de la raza humana, y se compara su pasión con la de Cristo, cuyo gesto calmo ante el dolor quedó marcado en el lienzo de Turín. Entre las admoniciones apocalípticas del poema, se deja entrever una esperanza:

Mirad la flor (...)
estableciendo el orden
incesante de la vida

La imagen de Jesús como símbolo de las víctimas inocentes del abuso inmemorial del hombre se repite en múltiples páginas, de manera directa o indirecta, como protesta contra los abusos y traiciones al planeta, a los desposeídos, a los mártires.

El poema Merced de Mercedes, es un homenaje a Sor Juana Inés de la Cruz, lleno de emotiva reverencia y de insinuaciones eruditas, con elementos de la Respuesta a sor Filotea de la Cruz (1691). Alcanza en varios puntos expresiones de perfecto lirismo:

Tú eres las alas con que la alondra
va escribiendo sonetos en el cielo

Este poema pone en evidencia el conocimiento que tiene el autor de la vida y obra de la 'décima musa', y ensalza su labor como defensora de la mujer y pionera de la poesía latinoamericana. Termina, en un aparte, con una paráfrasis doble del célebre Madrigal de Gutierre de Cetina, el cual Menéndez Franco reacuña para denunciar la opresión que la mujer, víctima del egoísmo machista, sufre aún hoy, siglos después de muerta la poetisa.

El poema Vademécum de Simón Bolívar es indudablemente la joya principal de esta corona y sirve de clímax al compendio. Por su tono sentido, conecta con el lector a un nivel personal, atacando a un tiempo la mente, el corazón y las entrañas. El resultado es milagroso:

Y te pagaron mal porque hombre es el amasijo
de la débil carne que no entiende a los héroes
(...) porque cuando llegó la hora suprema
de subir al Olimpo junto a tus hermanos
(...) esos hombres te dieron la espalda y se fueron
a bailar cumbancha, a beber licor y amar directamente
mientras tú te morías flébil tísico supremo

No pocos paralelos aparecen aquí entre la traición a Bolívar y la traición al Nazareno, reforzando un tema común del libro. Sin embargo, la crudeza de la guerra - frecuente en la historia de Bolívar - se presenta de frente al lector, sin ambages o adornos. El autor se queja ante la indocilidad de su pluma, que se niega a encontrar la fórmula exacta para expresarse:

¡Oh cuánto me duela la mano castigada en el poema!
porque no llega a producir la metralla urgente
para deslindar el litigio de esta historia
la verbal, la escrita en el cielo, en el polvo
o en el excremento de los caballos (...)

Y termina renegando de la trascendencia de su propio poema, diciendo:

Porque de Bolívar sólo habremos de hablar con los gestos
y allí no cabe ya una sola palabra
Que están gastadas las palabras... ¡Gastadas! ¡Gastadas!

Su peso específico le hubiese permitido a este poema ser, en sí mismo, un libro entero si el autor así lo hubiese deseado: habría sido un canto épico del corte de Martín Fierro. Pero Menéndez Franco, con la experiencia que dan los años, prefirió una aproximación más portátil (vademécum), que no diluyese el impacto del mensaje en páginas innecesariamente numerosas. En mi opinión, este poema merecerá un lugar importante en la historia de la poesía panameña.

El poema Requiem, himno que preserva la memoria de un mártir anónimo caído en alguna lucha de reivindicación nacional, trae consigo reminiscencias de La Contienda del Tiempo (2003), penúltima obra en verso del autor. En este caso, el poema podría referirse a Ascanio Arosemena, epítome del patriotismo panameño, asesinado por fuerzas de ocupación en los eventos de 1964 mientras auxiliaba a compañeros heridos. Su diseño es suficientemente vago para abrigar bajo sus loas a los 21 caídos de ese día, y a todas las demás víctimas de todos los demás imperios de la historia humana:

Todo el celeste se vertió del cielo
al caer tu frente sobre el polvo patrio
(...) No habrá tamaño para mi nueva pena

Culminando la colección, el poema Coronación del día presenta una reflexión sobre el final de la vida, de la muerte que ésta impone al final y de los íconos otrora sagrados que se rompen bajo el paso del tiempo. En mi opinión, este texto (el más abstracto del grupo), utiliza las palabras como antifaz para confesar de soslayo una conclusión amarga pero reivindicadora: los "dioses criollos" no son más que "hombres que la danza ha convertido en dioses":

Que sirven
de soporte disecado
al militar de turno
convertido en monarca
en el rey de las moscas
y de las panteras ávidas
de sangre y venganza.

Con estas líneas termina el libro. Habiendo repasado los siete poemas de esta colección, podemos ensayar una respuesta a la pregunta: ¿quién es Adán y por qué rezonga? Adán es el símbolo del hombre desde el inicio de los tiempos, un ente inmortal que ha presenciado los abusos de los más a los menos, de los poderosos a los débiles, del egoísta al inocente. Por eso Adán, testigo y víctima de la opresión, rezonga. Pero su rezongo no es refunfuño cobarde mascullado entre dientes: es el tenaz llamado a la cordura de quien no se hace falsas ilusiones, sabedor de que los vicios de la naturaleza humana no mueren fácilmente.

La fotografía que adorna la cubierta del libro, fruto del lente inmaculado de José Luis Rodríguez Pittí, se titula Final del camino, y muestra a un hombre frente a una puerta, oteando a lontananza un crepúsculo. Cabe entonces una última pregunta: en el crepúsculo de nuestro querido Don Álvaro, ¿es esta obra el final del camino? Tras haber analizado el texto que hoy he presentado, y habiendo departido con el autor en múltiples ocasiones como miembros de la directiva de la Asociación de Escritores de Panamá, no tengo dudas de que este Adán – a pesar de sus rezongos – tiene todavía mucho camino por recorrer. Como prueba arguyo que, de siete colecciones de poesía que Menéndez Franco nos ha regalado en 54 años de amoríos con la lira, dos han aparecido en el último bienio. La luminosidad de su mente y la inspiración de su musa se encuentran – como un buen vino – en su mejor momento.

Muchas gracias.

Roberto Pérez-Franco
17/Feb/2005

Este texto apareció publicado en la Revista Maga (2005).