Presentación de Cenizas de ángel
Cenizas de ángel es un libro de relatos breves. Quince es el número de piezas que componen esta colección de temática y estilo heterogéneo, unidas por la precisión y rico lenguaje, metáforas e imágenes con que fueron forjadas y que por su calidad, para mi, resultan cada una un homenaje bien logrado a algunos de los mejores autores del siglo XX de cuyas ricas letras sin duda alguna se nutrió el autor durante su formación.
Por tema, el libro trata de muchas cosas: lo fantástico, lo onírico, el individuo ante su destino a veces inexorable pero siempre enfrentado con valor, Azuero con sus paisajes mágicos, atardeceres, leyendas, llanos y colinas.
Cada uno de los cuentos está escrito con precisión. Muy acabados. Con la perfección que sólo da el pulir con calma, refinar, perfeccionar por suficiente tiempo, como debe hacerse con toda obra de arte. Con ellos Roberto demuestra el dominio del oficio de cuentista y, sobre todo, de artista de las letras. De los cuentos, mis favoritos son La intrusa, Viento del norte, Cenizas de ángel, Hacia el jardín y, el que aprovecho para agradecer al autor por la amable dedicatoria, El invento. Muy bien acabados también, debo mencionar El corazón de oro, La última rosa y Destino.
La intrusa es un relato en que los sueños y la realidad, los deseos, la lujuria, el respeto y el pudor se entremezclan de manera fascinante, llevando al personaje del deseo de un sueño a una realidad extraña, tal vez aberrante; o quizás de una realidad desdeñada a un ansiado y muy apasionado sueño.
El mismo juego de combinar lo onírico con lo real reaparece en el relato Hacia el jardín (muy atinadamente dedicado a Sinán), pero de manera inversa: en este, el personaje es capaz de enfrentarse con la realidad usando elementos mágicamente traídos del mundo de los sueños.
El cuento Viento del norte es el más visual y delicado de todos. Más que un cuento, una viñeta. En él, el autor nos coloca en un sitio hermoso (visualizo una de las colinas del sur de Azuero cuya cabellera de hierba dorada es peinada en verano por el viento del norte) y valiéndose de una delicada descripción nos lleva de la mano a un desenlace pasmoso.
En el cuento que da nombre al libro, Cenizas de ángel, Roberto nos narra el encuentro de un cazador aventurero, hombre moderno en todo el sentido de la palabra, por el insondable mundo de los espíritus que atormentan y a veces salvan a los pueblos de la selva, en este caso, de la de Darién.
El libro cierra muy bien con El invento, relato que rompe el estilo modernista de todos los cuentos anteriores: una metaficción en la que el autor escribe sobre cómo se escribe un relato de ciencia ficción. Al mejor estilo postmodernista, anuncia el porqué de colocarlo al final del libro y remata con la misma frase con la que comienza en un ciclo, un loop interminable, diciendo: “la capacidad de escribir divide el pasado del hombre en prehistoria e historia...”.
Y este final me parece de lo más interesante: la razón del libro entero revelada, un guiño de ojo con el que el autor nos dice algo. Y explico: Todo el libro es un ejercicio de cómo escribir bien un cuento. Es también un homenaje a algunos de los autores modernistas más importantes, quizás influyentes. Pero es, sobre todo lo anterior, una pieza cuya unidad nos es revelado precisamente en este último relato: todo el libro es una metaficción, en la que el autor escribe sobre cómo se escriben los cuentos.
Con sus treinta años, y cuatro colecciones de cuentos, Roberto ya no es más un joven que da la casualidad que escribe bien; ahora, en todo el sentido de la palabra y con los deberes y derechos que da el título, Roberto es un escritor. Punto. Un escritor que, con este libro, siento que alcanza finalmente la madurez y encuentra la tan ansiada voz que, estoy seguro, les sorprenderá en este libro.
José Luis Rodríguez Pittí
2006