Guerra avisada
Cuando se anunció el resultado de las elecciones de 2004, me hice el propósito de no escribir sobre los desaciertos que cometería el nuevo gobierno. Suficiente gente ha sacrificado su vida por esta lucha; Panamá debió haber aprendido la lección hace décadas. «Que el que siembra vientos coseche tormentas,» pensé, «tengo mejores cosas que hacer». Si bien no he cambiado de parecer, romperé esta vez mi silencio pues lo que pretenden hacer en el Camino de Cruces es una inmoralidad tan patente que reclama el apoyo incluso de los que nos hemos resignado a dejar que este pueblo aprenda de sus errores por las malas. He aquí mi opinión:
Es injustificable construir una barriada de lujo encima de la selva madura, y tirar un puente sobre el patrimonio histórico de la patria, con el único objeto de generar más riquezas para los ricos. Que semejante afrenta a la naturaleza y la historia sea legal no significa deba seguir adelante a toda costa: significa que el gobierno debe eliminar la ley que la permitió y exigir la renuncia de quienes la aprobaron. La arrogante presunción de que el hombre es dueño de la Naturaleza (herencia de Aristóteles y Aquino), nos llevará - lo he advertido antes - a nuestro fin como especie. Ningún beneficio social justifica este entuerto: ¿cuántos de los miles de marginados que viven bajo el nivel de pobreza extrema irán a vivir a estas casas?
Como el antidios de un Génesis bizarro, Pasco aseguró en entrevista con La Prensa que si quisiera podría dejar ese lote (hoy lleno de vida y significado) plano como una mesa. Pavonearse en su capacidad para convertir el paraíso en desolación no ganará simpatía por su proyecto. Aunque la selva en ese lote no sea primaria, es santuario de múltiples especies animales y plantas, y contribuye a la purificación del aire, el régimen de lluvias y el atractivo turístico de la ciudad y el Canal. La ARI nunca debió haber licitado ese lote y la ANAM jamás debió haber aprobado una urbanización en esa área, independientemente de quién sea el promotor del proyecto actual. La flexibilidad de espinazo de ambas instituciones demuestra que han fallado en su misión de proteger los bienes y el ambiente del pueblo panameño.
El gobierno de Martín Torrijos todavía tiene la oportunidad de granjearse algo de respeto en la gente digna oponiéndose a este atropello. Pero no quiere. Los sorprendidos en esta pesadilla kafkiana, con pechos llenos de indignación, no encuentran palabras para describir lo que está pasando. Pero su cifra está ahí, explícita desde hace tiempo y nos resulta clara a todos lo que hemos mantenido los ojos abiertos y el cerebro funcionando, a los que predijimos que votar a favor de corruptos e ineptos no traería más que lamentos, y a los que recibimos a los tres últimos presidentes con augurios sombríos que se quedaron cortos. Esto se llama «guerra avisada» y también se llama «sarna con gusto». Seguirás muriendo por tu propia mano, Panamá, hasta que despiertes.
Roberto Pérez-Franco
08/May/2005