Lucidez crepuscular

En el ocaso de su mandato, tu Presidenta ha ganado en lucidez lo que ha perdido en manzanillos: le han llovido epifanías en serie (no en serio) dignas del libro de las revelaciones.

Hace como un mes descubrió de súbito, después de casi cinco años en el poder, que en Panamá la delincuencia es un problema crítico (¡no me digas! ¿desde cuándo?) y que el remedio infalible para todos los males es inflar con "mano dura" las penas a niveles draconianos que atajen en seco a los menores infractores. Pero no te preocupes, pues la cadena perpetua basta. Ya no hará falta solucionar el desequilibrio social y la flaqueza moral que lleva a los menores a delinquir, ni mejorar los infiernillos que llaman cárceles donde obtendrán magna cum laude su doctorado en criminofilia.

Eso en cuanto a los "menores". Los infractores "mayores" - como siempre - pueden seguir durmiendo tranquilos, pues la mano dura se trueca en seda cuando agregas ceros al monto del crimen (if you know what I mean).

Pero ayer su clarividencia llegó a niveles inéditos. En la inauguración de un banco en Guararé, más sola que nunca, el cadáver político de Moscoso estremeció nuevamente al país con su último descubrimiento: los legisladores son una vergüenza y unos vagos.

¿De dónde le habrá venido esa agudísima percepción? Cuando ella dominaba la asamblea, los legisladores se le antojaban honorables y trabajadores, pues le ratificaron a sus magistrados y le aprobaron sus proyectos. Pero ahora que sus lacayos han ido a servir a otro señor, la soledad le ha hecho encontrar la luz en el camino a Punta Mala.

"La marioneta es buena cuando la mueve tu mano", parece ser el dogma del mireyismo. Pero de poco sirve la sensatez post mortem de Mireya. A cinco minutos de abandonar permanentemente el escenario político, ya no puede alterar el saldo de un lustro de ineptitud: su partido está en ruinas, y el país languidece más endeudado y corrupto que hace cinco años.

Roberto Pérez-Franco
21/Ago/2004