Vuelve la puerca...

...y tuerce el rabo. Tal como lo predijimos el 7 de enero de 2003, Martín Torrijos se ha convertido hoy en el Presidente de todos los panameños. Una vez más, la mayoría de los votantes de este país, es decir los que no votaríamos por el PRD ni aunque nuestra vida dependiera de ello, nos hemos dividido por mezquindades, y nos han vuelto a ganar sin tener la mayoría absoluta de los votos, igual que en 1994.

Sin embargo, a diferencia del pasado, cada vez somos menos. El PRD, partido nacido en los cuarteles y cómplice de la dictadura militar durante casi dos décadas, que habrá mudado de piel pero no de alma, ha visto su número de votantes aumentar vertiginosamente, de un tercio a casi la mitad del electorado, como consecuencia del mediocre gobierno que el Arnulfismo hizo durante este último período.

Otro gallo cantaría si Mireya Moscoso hubiese cumplido con su responsabilidad histórica de resucitar la democracia instaurando la segunda vuelta electoral en la elección del Presidente, la obligatoriedad de las elecciones primarias dentro de los partidos políticos y la libre postulación a todos los puestos de elección. Pero era demasiado pedir esto a la Presidenta Moscoso, cuya miopía partidista es apenas superada por aquella de sus seguidores, y cuyo gobierno - manchado por múltiples escándalos de corrupción - ha recibido hoy un colosal voto de castigo.

Los panameños hemos hoy vuelto a entregar el poder al partido que fue el brazo político de la dictadura, esa que inició Boris Martínez en 1968 y que Omar Torrijos comandó durante trece años de poder absoluto, que nos hizo sufrir 21 años bajo la bota militar, que nos costó tantos muertos y tanta persecución, y que fue arrancada con el dolor y la sangre de las miles de víctimas de la infame invasión militar de 1989.

Martín Torrijos no es culpable de los pecados de su padre pero, en mi opinión, al invocar con tanta frecuencia su nombre en actividades políticas y manifestar públicamente que el difunto dictador es su "modelo", no se está distanciando lo suficiente de la sombra nefasta de aquella época de represión, cuyas heridas aún no han cicatrizado por falta de justicia en nuestro sistema y de arrepentimiento en los culpables.

En este momento, el mejor escenario parece ser esperar que, al igual que el Toro lo hiciera después de cinco años de prepotencia y desaciertos, Martín respete la continuidad democrática cuando tenga que entregar el mando al siguiente gobierno escogido por el voto popular en 2009, en elecciones transparentes. Parece muy difícil hacer un peor gobierno que el de Mireya Moscoso, pero con su inexperiencia y la asesoría de la "vieja escuela" del PRD, Martín podría conseguirlo.

Le agradezco al ex-presidente Endara el haber hecho el esfuerzo de rescatar la dignidad de este país. Él no ha perdido, pues ya sirvió a la patria en su momento como pocos presidentes lo han hecho. Hemos perdido todos nosotros, los panameños que creemos que las manos del PRD siguen manchadas, por obra o por omisión, con la sangre del sacerdote Héctor Gallegos, el doctor Hugo Spadafora y todas las demás las víctimas de la dictadura que no han recibido justicia, cuyos huesos todavía estamos desenterrando; los panameños que siempre hemos creído que Panamá es una buena idea, que aún es posible y que vale la pena.

Nos queda el consuelo de que la cuasi-democracia panameña, si bien no ha mejorado (porque todavía falta implementar la segunda vuelta, la libre postulación universal y la obligatoriedad de las primarias), al menos se ha mantenido en pie, pues el pueblo ha hablado y se ha respetado su voz. El precio de los sistemas democráticos es que los errores se pagan en carne propia. Ojalá me equivoque, pero creo que durante estos cinco años tendremos tiempo de sobra para arrepentirnos.

Roberto Pérez-Franco
02/May/2004