á la Heidi
Recuerdo que, cuando yo era niño, se transmitía por televisión una versión de la novela Heidi, adaptada a cartones animados (lo que, en panameño, llamamos cómicas). La música con que abría y cerraba el programa decía algo así como:
Abuelito, dime tú, ¿por qué yo en las nubes voy?
Este punto era ilustrado simultáneamente con una imagen del personaje principal (Heidi) parado serenamente en una nube que volaba sobre el paisaje europeo (¿suizo?), sus montañas y verdes pastizales salpicados de ovejitas blancas. Esto me resultaba obviamente imposible, pues aún un niñito como yo (en esos días tendría 4 años a lo sumo) sabe perfectamente que nadie puede pararse en una nube (aunque por ahí hubo uno que caminaba sobre el agua, pero ese es un caso aparte). Además, y en primera instancia, si ella sola se montó en la nube, ¿para qué pregunta? Seguía la canción diciendo:
Abuelito, dime tú, ¿porqué yo soy tan feliz?
Esta frase la repetía varias veces. El segundo punto me resultaba, a la vez que cursi, casi tan inverosímil como el primero. Porque, pensaba yo, ¿podrá haber alguien tan feliz en el mundo que llegue a preguntarse el porqué de su inmensa felicidad, y máxime en el tono de recriminación masoquista de esa canción?
Quiero hacer constar que yo tuve una infancia muy feliz. Y, sin embargo, nunca me llegué a preguntar el porqué era feliz, sino que aceptaba esa bonanza como un hecho natural, implícito, merecido o no, pero omnipresente hasta casi volverse rutinario.
Sin embargo, ahora, más de dos décadas después de haber escuchado por última vez esa canción, me encuentro yo mismo en una situación semejante. Soy tan feliz en este momento de mi vida que incluso he llegado a sentirme culpable de tanta dicha inmerecida (ahora sí lo sé: no la merezco). La pregunta ha venido sola a mi mente con demasiada frecuencia en los últimos meses: ¿Por qué, Dios mío?, (a falta de abuelitos, pues estos últimos ya están con el primero hace más de diez años) ¿Por qué soy tan feliz? Y me da miedo contestarme, por no perturbar ese surtidor de alegría bajo el cual me encuentro chapaleteando. Aún no sé la respuesta. Mientras tanto, seguiré, á la Heidi, disfrutando mi felicidad en las nubes.
Roberto Pérez-Franco
19/Oct/2001