En vez de
- El mejor anticonceptivo es el jugo de naranja.
Después de estas palabras del Dr. Franco, el auditorio completo guardó silencio. El pueblo de Las Tablas en los años 60 no era el más preparado para una exposición en pleno Parque Porras sobre educación sexual en los Colegios (y menos si en la mesa principal estaba también el sacerdote del pueblo). Después de unos instantes, una voz anónima entre la multitud se atrevió a preguntar con picardía:
- Pero, Dóctor, ¿el jugo de naranja se toma 'antes de' o 'después de'?
- ¡Se toma 'en vez de'! - ripostó jocoso mi abuelo, el Doctor Franco.
Hace pocos días enterraron en la India el cuerpo de la Madre Teresa de Calcuta, a mi parecer la mujer más grande de este siglo. ¿Qué quiero decir con "grande"? Dí mi definición de grandeza en un escrito del 6 de septiembre de 1995:
¿A qué deberá un hombre consagrar su vida? ¿A qué dedicar su tiempo y sus esfuerzos? Muchos hombres que son considerados grandes no lo son en realidad. Solamente es grande aquel que se ha entregado por amor a sus hermanos en servicio y ayuda, para el progreso y bienestar común. Todas las demás 'grandezas' son ficciones humanas."
En este respecto, la Madre Teresa es sin duda la mujer más grande del siglo XX y una de las más grandes de toda la historia de la humanidad. A mi parecer, una persona es lo que hace. Así, Teresa de Calcuta es lo que hizo: miles de días dedicados a obras de amor hacia los más pobres entre los pobres. Creo que las mayores contribuciones de Teresa de Calcuta fueron: a) Reconocer a Dios en los más pobres y necesitados, y entregar totalmente su vida a trabajar por ellos siempre en nombre del Amor. b) Atreverse a romper los esquemas establecidos por la religión y la sociedad para llevar adelante sus labores de amor y servicio. c) Alzar la voz ante el mundo entero para dar el mensaje de que los más pobres y necesitados son hermanos nuestros, que son "Jesús vestido de pobre". d) Formar una congregación organizada a nivel mundial, al servicio de los pobres, sin más fines que trabajar y sin más incentivo que el amor de Dios: las Hermanas de la Caridad.
¡Teresa es amor! Teresa es sus obras, no ese cuerpo viejo, arrugado y cansado que enterraron hace unos días. Ese era el instrumento de trabajo de Teresa, pero no Teresa. Teresa es un alma grande (mahatma), es un espíritu fuerte, amante y luchador, que aún vive. Ella, como Jesús nos enseñó, no ha conocido la muerte. Su cuerpo murió, pero como ella no es su cuerpo, ella aún vive. Y su obra habla en voz alta en su nombre.
Miles de personas 'importantes' del mundo visitaron India para el entierro del cuerpo de Teresa. Estas personas gastaron millones de dólares en pasajes de avión, en flores, en trajes de negro y en actos protocolares. Se hicieron coronas de flores, desfiles y ceremonias grandiosas y concurridísimas, televisadas a todo el globo.
Todo esto para rendir homenaje. Yo pregunto, ¿homenaje a quién? ¿Conocían a Teresa los que ahora pretenden homenajearla con estas idioteces banales? Por supuesto que no la conocían. Si la hubiesen conocido un poquito, sabrían perfectamente que ella detestaba estos derroches y protocolos. Y que ella no es el cuerpo muerto que están paseando y 'cambambeando', sino que ella es su obra de Amor y de servicio.
Veamos. Si hay quien quiere rendir homenaje a Teresa es porque cree que ella fue una mujer grande. Y yo pregunto, ¿por qué Teresa es grande? ¿Por comprar vestidos negros y viajar alrededor del mundo para celebrar entierros de otras personas, gastando millones de dólares en flores y estupideces vacías? ¡Por supuesto que no! Ella no gustaba de llamar la atención, hacía todo en silencio, sin pompa, sin alabarse, y con mucha humildad y sencillez. Y el dinero que recogía (incluyendo los cientos de miles del Premio Nóbel) fue usado en su totalidad para socorrer a los necesitados.
Ahora la homenajean con actos y pendejadas. "¡Hipócritas! Raza de víboras" , diría uno que yo sé ," Si quieren homenajear a Teresa, imítenla". Éste es el mejor homenaje que pueden hacer para reconocer la justeza de sus obras. Imítenla. Trabajen como ella. Sigan su ejemplo de sacrificio y amor. ¿Cómo dicen? ¿Que eso es demasiado difícil? Ya lo sé. En eso está el chiste. Nadie quiere dejar su camita caliente, su platito de comida y su ropita nueva, su carrito de lujo y su casita adornada. Así que se hace muy fácil hacerle protocolo y desfile en vez de imitarla y fatigarse trabajando como ella trabajó.
Apuesto mi cabeza a que muy pronto van a canonizar y beatificar a Teresa de Calcuta. En estos casos extraordinarios, como el de Francisco de Asissi, la Iglesia no tiene más remedio que acelerar los trámites para apaciguar el clamor del pueblo. Francisco se convirtió en San Francisco en dos años (el caso más rápido de la historia). Pero Francisco y Teresa no son frutos de la Iglesia ni de la sociedad: son frutos de Dios. Francisco, al igual que Teresa, hizo lo que hizo por cuenta propia, sin necesidad de nadie más, excepto Dios, y muchas veces sin contar con el apoyo de la Iglesia.
¿Cuántas monjas hay en el mundo, encerradas en un convento? ¿Cuántos frailes, monjes y sacerdotes encerrados en sacristías? Son apenas unos cuántos los que se destacan: Gallegos, Romero, Emiliani, Majada, y otros, por solamente mencionar los del patio. Se destacan por iniciativa propia, por su propio carácter excelente y luminoso.
Yo pregunto: si la Iglesia reconoce que Teresa es digna de imitar, ¿por qué todos los miembros de la Iglesia no la imitan? Yo sé por qué: porque es más fácil canonizarla y celebrarla en vez de trabajar y entregarse como ella lo hizo.
Nada se compara con lo real, con lo verdadero. El amor de Teresa es verdadero, y no se puede reemplazar por un jugo de naranja, por un acto funeral o por una canonización.
Aquel que conoció a Teresa, conoció su amor y su trabajo. Aquel que quiere honrar a Teresa, la imita en silencio, con sencillez y sin alardes.
Yo sé que a este punto no faltará algún lector indignado que piense: "¿Y quién carajo se cree éste para decir estas cosas?". Al que piense esto, le recomiendo que lea las palabras que siguen, que no son mías, a ver si las reconoce. En ellas se plasma la idea que planteo arriba: no se puede reemplazar lo verdadero, no se puede homenajear a la amante servidora del pobre con flores y actos protocolares, no se puede justificar la riqueza de la Iglesia con la santa virtud de una mujer pobre de Calcuta. He aquí las palabras de mi gran amigo, de uno que sí sabe de verdad:
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que diezmáis la menta, el anís y el comino, y dejáis lo más grave de la Ley: la justicia, la misericordia y la lealtad! Bien sería hacer aquello, pero sin omitir esto.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que os parecéis a sepulcros encalados, hermosos por fuera, mas por dentro llenos de huesos de muertos y de toda suerte de inmundicia! Así también vosotros por fuera parecéis justos a los hombres, mas por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y adornáis los monumentos de los justos! Serpientes, raza de víboras, ¿cómo escaparéis al juicio de la gehenna?
Roberto Pérez-Franco
14/Sep/1997